jueves, 6 de octubre de 2011

Al torcer una esquina…


He sido testigo de algo de lo que no lo solemos ser. Qué pasa cuando alguien se marcha? De que hablan cuando no estamos presentes?
Caminaba delante de mí, por una calle de esta Valencia que me tiene adoptada, un grupo de chicas. Era inevitable seguir su conversación, tanto el resto de transeúntes como yo, no necesitábamos afinar demasiado el odio para ser partícipe de sus líos amorosos. Iba enfrascada en la lectura de un artículo sobre la vida de Steve Jobs, al que desde aquí vaya mi recuerdo, cuando se empezaron a despedir. Dos se pararon a pocos metros y el resto siguió.
Coincidió con el fin de mi lectura, la aparición de un contenedor de reciclaje de papel y mi afán de ser comprometida, que me paré para tirar la revista. En eso, que las dos amigas diseminadas del grupo pusieron literalmente a parir a una de las que se acababa de ir, “ no la aguanto”, “ya te digo”, “pero siempre igual con sus rollos”, “tía, tú se los sigues”, “ufff..., qué coñazo de verdad”… Imaginaos, ojiplática me quedé.
Seguí mi marcha y, mira tú por dónde, las dos amigas que se habían separado de las otras, estaban paradas en la esquina ¡¡poniendo a parir a las que acababan de dejar!!, “yo no sé para que le cuentas nada, siempre va de lista”, “es que se cree el centro del mundo, ella y sus consejitos”, “más tonta eres tú, será creída”…
Siempre he querido ver por un agujerito lo que dicen de mí, me encantaría poder ser invisible y participar de cómo sigue la conversación cuando me marcho, cómo me ponen a parir o lo que me alaban, seguro que estas últimas serían las menos.
Tengo que reconocer, que siempre me ha afectado mucho lo que la gente pensase de mí, quizá demasiado. Es algo que te hace vulnerable. También es cierto que, con el paso de los años, me va resbalando más y más lo que piensen aquellos que no me importan.
A día de hoy, no voy a negar que no me duele una mala mirada o un mal comentario de la generalidad, pero sí que se me pasa pronto.
Nunca mejor que ahora sé que los que quiero y me quieren saben lo que hay, y lo que venga de fuera de mi mundo, sea bueno o malo, le doy la importancia justa. Si es malo, ninguna, si es bueno, menos.
Quienes construyen vidas, amistades, trabajos o sueños en mentiras, al torcer una esquina, se pueden encontrar con la triste o aclaratoria realidad.

2 comentarios:

El caldero del gato dijo...

Cuando era más joven, de lo que todavía soy, también quería mirar por ese agujero del que hablas. Pero conforme vas adquiriendo experiencia en la vida te das cuenta de que no sirve de nada: "ande yo caliente y ríase la gente". Me entere o no de lo que digan de mí van a seguir diciéndolo...¿para qué, entonces, perder el tiempo tontamente en ello?

Audrey dijo...

Amén, amigo gatuno!!