jueves, 25 de noviembre de 2010

A punto...

No siempre en la vida tomamos las decisiones adecuadas. A veces, en nuestro afán de agradar nos perdemos a nosotros mismos y llegamos a hacer cosas que desvirtúan a quienes realmente somos. A punto he estado de abandonar este blog, de hecho, hice desaparecer todas las entradas hasta hoy...pero me he dado cuenta que huir de quienes fuimos no es la solución, todos evolucionamos y no pensamos lo mismo a la largo de la vida. Muchos de esos pensamientos, con el paso del tiempo, los contemplas con cierta nostalgia, otros te parece mentira haberlos sostenido y la inmensa mayoría te han convertido, para bien o para mal, en quien eres.
El primer post de esta nueva etapa tiene dedicatoria. Hace unos días mis amigos buscaron el pequeño homenaje que en esta bitácora hice a uno de los hombres más especiales que ha pasado por mi vida, Manolo. Después de un año de su pérdida, somos muchos los que le tomamos como ejemplo, añoramos y recordamos en torno a una buena mesa, como a él le gustaba. Va por ti leonés de alma, que dejaste en quienes te quisimos la mejor enseñanza, la de ser honestos con nosotros mismos..

El prendedor...
Esta mañana salía de uno de esos juicios complicados a los que me toca ir. Policías por todas partes, tensión en el ambiente y pocos estímulos agradables a los que aferrarse. Solución, meterse en una cafetería y dejar que el olor a bollos y el sonido del molinillo te aparten de todo lo que tenga que ver con la judicatura.
Ha sido entonces cuando le he visto. Tendría unos 70 años. De porte elegante, cruzaba la calle delante de mi, también iba a la cafetería...
Se giró y me sonrió, aceleró el paso para llegar antes que yo a la puerta. Caballerosamente, la abrió y me cedió el paso. "Por favor, adelante", dijo.
Entonces reparé en él. En la solapa de su traje llevaba un prendedor, un pequeño ramillete de flores, discreto, sencillo y cuidadosamente colocado. Sólo he visto hombres con prendedor en las bodas, no un jueves y en la puerta de una cafetería a la salida de unos juzgados.Un toque de distinción, de elegancia, un guiño al pasado de hombres pulcramente planchados con la cortesía por bandera.
Recuerdo a Manolo, el padre de mi amigo Héctor. Una de las personas más elegantes que he conocido en mi vida. Elegante tanto en sus gestos como en sus actos. Á él y a su abrigo de perfecto corte ineludiblemente conjuntado con un sombrero de fieltro verde. Sabía como colocárselo, ligeramente ladeado, con el ala un poco flexionada hacia la cara...impecable.
Quizá sea demasiado romántica pero prefiero a este tipo de hombre, los caballeros. Los que te abren la puerta, te ceden el sitio y te reciben con una flor en la primera cita.Los que esperan a empezar a comer hasta que no están los dos platos en la mesa, los que pasean dándote su brazo...
Es cierto que los tiempos han cambiado, pero no deberían de perderse las buenas formas, el galanteo, que a mí, particularmente, me hace sentir especial. Seguro que más de una me llamará antigua, pero prefiero un caballero a un enseñador de calzoncillos.""""